Ya están aquí las fiestas de fin de año y no hay escapatoria del estrés, un periodo que las ocupaciones nos hacen corto el día que convierten estos días en teórica felicidad y ninguna relajación.
Evitemos en este año sufrir por las prisas, los empujones y la intolerancia a nuestras propias carencias y date el permiso de disfrutar los encuentros en familia y amigos, dejando que estas fechas sean de gratos recuerdos.
Hablemos de regalos
Los regalos se han acabado convirtiendo en un “yo te doy porque tú me has dado o me vas a dar”. Para evitarlo, se debería regalar cuando uno quiere, sin prisas. Parece como si no se pudiera demostrar estima el resto del año. Al final calculamos el afecto en un rango económico porque es más fácil de medir.
Por ello si no tienes ni tiempo ni dinero para regalar lo que crees que la otra persona espera, no debe preocuparte esa presión que el entorno donde vivimos nos exige.
Hablemos de comidas familiares
Si existe un conflicto familiar que la distancia te ha dado la oportunidad de sobrellevar, pero llega el momento de estar cerca de él o ella puedes hacer una especie de estrategia personal para y encontrar las virtudes del otro. Todos tenemos negativas y positivas, por lo que, si somos capaces de encontrar las buenas, podemos conseguir que no sea tan incómodo. Si conseguimos cambiar eso, nuestro cuerpo reaccionará diferente.
Pero también nadie nos va a apuntar con un arma por faltar a una cena familiar y es probable que nos salga un plan más suculento en otro lugar. Es mejor faltar a esa comida antes de pasar un día con angustia.
Hablemos de ser el anfitrión
Si en cambio eres tú quien organiza, el estrés o el malestar se pueden producir por la autoexigencia porque ese encuentro es una “prueba” que va más allá del marisco, los entremeses o la pata de cordero al horno.
Si la familia te va a criticar, es preferible no hacer la reunión, no exponernos a ello. Si encima que te matas a cocinar y a preparar lo que tendría que ser una velada agradable acaba siendo una pesadilla, mejor prevenir que curar. Hay familias que los hijos se han sentido reconocidos, donde las Navidades son una celebración, y otras done los hijos siempre han sido objeto de críticas. Depende de cada familia te encontrarás en un lado u otro.
Hablemos del estrés en la pareja
Lo difícil de enero no solo es esa riña entre tu estómago y el saldo de tu cuenta. La Navidad trasciende mucho más allá del bolsillo para dinamitar la vida conyugal por problemas de comunicación o decisiones con la familia.
En enero notamos un aumento bastante importante de peleas de parejas después de Navidad. Los conflictos que se toleran a diario se agravan por el estrés de estos días. Cada año ocurre. Puede ser porque los temas con la familia política son importantes o porque tengan otros puntos negros en la relación que acaban desenterrando otros conflictos soterrados.
Debemos poner sobre la mesa que esa situación existe y hablarlo tranquilamente sin dramas, que cada uno exprese lo que significa su familia para que el otro lo comprenda. Una vez el problema está sobre la mesa, hay que buscar soluciones sabiendo que hay ese desacuerdo. Un posible remedio podría ser planificar el reparto de tiempo en las Navidades con las familias.